Fue simple y sin circunstancias inútiles. Así se produce el asalto a la casa, el inicio de la toma; el narrador explica desde la cotidianidad -cuando calienta la pavita, el recipiente donde se hierve el agua para preparar el mate- cómo percibe una extraña presencia -un sonido sordo, un ahogado susurro- en el ala posterior de la casa, en la biblioteca o en el comedor. Ante esa percepción, la acción es inmedita: se abalanza hacia la puerta de roble y la cierra a cal y canto. La invasión ha empezado pero ha conseguido ser detenida. Cuando pocos instantes después el narrador, tras acabar de preparar el mate, explica a su hermana la nueva situación, ambos reaccionan con normalidad, sin sorpresa, con un cierto fatalismo.
El elemento más desconcertante es, precisamente, esta falta de pasmo. Nosotros, como lectores, queremos saber qué ha pasado. Los personajes no. Lo importante para ellos no es explicar el porqué sino adaptarse a las nuevas circunstancias y preservar su pax burguesa, su labor, sus chalecos su mate y su pava.
El elemento más desconcertante es, precisamente, esta falta de pasmo. Nosotros, como lectores, queremos saber qué ha pasado. Los personajes no. Lo importante para ellos no es explicar el porqué sino adaptarse a las nuevas circunstancias y preservar su pax burguesa, su labor, sus chalecos su mate y su pava.
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